lunes, 28 de julio de 2014

CECATANATOLOGÍA

                                                               AÑO 2014, JULIO-AGOSTO VOL. 4 No. 24, 28/JULIO/14
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Cómo citar el articulo:
Rosas A. L. "La Pérdida de la salud, un duelo difícil de entender". (julio-agosto, 2014). Centro de Capacitación Profesional, Industrial y Profesional S. C. [en línea] 21 de julio, 2014. Vol. 4, No. 24. Disponible en Internet:  http://cecapip.blogspot.mx. ISSN 2007-9486.


LA PERDIDA DE LA SALUD, UN DUELO DIFÍCIL DE ENTENDER

"La mejor medicina es un ánimo gozoso"
Salomón

Los seres humanos damos por hecho muchas cosas... fantaseamos con que siempre vamos a estar bien y sanos; creemos que no deberíamos tener problemas y;a veces; hasta pensamos que nunca vamos a morir. Cuando yo era niña, algún día escuche a los adultos prometer que siempre iban a estar con nosotros y, aunque fue cierto durante muchos años, terminó siendo una mentira.... Algunas de esas personas ya ni están.  

Si bien es cierto que los seres humanos tenemos muchos momentos de salud y de bienestar, en otros podemos estar enfermos. Salud y enfermedad son parte de la vida que algún día terminará en muerte.

La enfermedad es una alteración perjudicial del estado de salud que tiene como consecuencia la desarmonización de un sistema a cualquier nivel. Algunas enfermedades tienen curación, como la gripe o una infección en el estómago, otras tienen control como la diabetes o la hipertensión arterial, y otras dependiendo del momento en que se diagnostiquen, quizá ya no tienen cura y pueden llevarnos a la muerte.

Pero la intención de este artículo no es hablar de enfermedades, sino de las consecuencias emocionales que implica estar padeciéndolas, del proceso emocional que implica perder nuestra salud, principalmente cuando padecemos enfermedades crónico-degenerativas o enfermedades graves.

Empecemos hablando de lo que es un enfermo. Un enfermo es un ser humano que padece una enfermedad y el rol de enfermo es la posición que asume una persona cuando se siente enferma. No todos reaccionamos de la misma manera ante la presencia de una enfermedad.

Dicen que cuando una persona se enferma lo hace de manera integral, no es en partes, todos los componentes del ser humano quedan alterados y cada uno de ellos demanda sus propias necesidades. Si la enfermedad que tengo me deja respirar adecuadamente y me genera dolor físico, esos serán los síntomas de la enfermedad, pero también al mismo tiempo la enfermedad genera síntomas emocionales o psicológicos como miedo, enojo y depresión; así como necesidades espirituales como la necesidad de paz interior, sentimientos de culpa, etc. La enfermedad también demandas sociales como la necesidad de no estar sola y de que la gente tenga consideración hacia mí, como persona enferma. ¡Vemos como no sólo es el cuerpo lo que se enferma?. Todo lo demás también se altera.

La experiencia de la enfermedad es un proceso que no sólo implica que nuestro estado de salud se vea alterado, empezamos por experimentar las dolencias físicas, nos sentimos mal, asumimos el papel de enfermos y buscamos el apoyo médico para conocer qué tenemos y cuál es le método de curación para esas dolencias. Seguimos el tratamiento y, según la enfermedad de que se trate, entramos a una fase en donde tiene lugar la recuperación, la rehabilitación o la aceptación de estado de enfermedad en caso de que esta sea crónica o terminal. pero muchas veces el tratamiento no cubre todas las otras demandas que tenemos.

El estar enfermos parece dejarnnos con muy pocas cosas que elegir. No escogimos esta situación, no nos preguntaron si nos parecía justo y tampoco nos da respuestas absolutas y definitivas sobre nuestra vida o sobre nuestra muerte. La sensación podría ser como la de ir a la deriva. Y ante esto podríamos tener la oportunidad de resignarnos, quedándonos con los brazos cruzados, dentro de una situación en la que todo no es es impuesto: medicamentos, citas, horarios y condiciones.

Las etapas del cuelo por enfermedad

Elizabeth Kübler Ross afirma que al perder nuestra salud, especialmente cuando padecemos una enfermedad que en algún momento terminará con nuestra vida, es normal entrar en un momento de negación, en el que nos cuesta mucho trabajo reconocer lo que nos esta sucediendo. Nos resistimos a aceptar que sea verdad lo que el médico nos dijo. Después, al empezar  a darnos cuenta de que puede ser verdad, el enojo y la ira, son las emociones que vamos a sentir: "No es justo que esto me éste pasando a mi". En esta etapa comenzamos a negociar con la ciencia médica y en algunas ocasiones con Dios para que nos cure. Al ver que continuamos enfermos, lo que sigue –dice la Dra. Kübler-Ross– es que entremos en una fase de depresión, que nos dejemos vencer e invadir por una tristeza muy profunda, para terminar entrando a la etapa de aceptación de lo que nos está pasando. Estamos enfermos
y sólo nos queda aceptar esa realidad.

Aceptación no es resignación

Sin embargo, considero importante diferenciar entre aceptación y resignación. La aceptación es una postura de brazos abiertos, en la que se reconoce lo que se tiene con una actitud abierta para hacer lo que se tenga que hacer. La aceptación es activa; la resignación es pasiva. La aceptación nos lleva a ser corresponsables en nuestro proceso de curación, en el cuidado que debemos de tener ante nuestra enfermedad.

Resignación implica dejarnos vencer por la situación y dejar de luchar. Nada nos confronta más con el verdadero significado de la vida que la sola posibilidad de perderla, y ver que nuestra salud se está debilitando con una enfermedad crónica puede entristecernos o deprimirnos y llevarnos a dejar de vivir con responsabilidad. Cuántas veces hemos escuchado: “¿Ya para qué cuidarme… o tomarme la medicina, para qué aceptar el tratamiento o intervención médica? ¡De todas maneras me voy a morir!” O peor aún: “Decidan ustedes, de todas maneras ya no hay nada que se pueda hacer para curarme…” y esto nos quita el papel protagónico que debemos tener ante nuestra propia vida. Esta actitud significa que nos dejamos vencer por la enfermedad.

Participar activamente 

Diagnóstico no es sentencia ni conlleva una condena. Mirarnos como seres pasivos ante la enfermedad, dejar que únicamente los médicos y los medicamentos sean los que nos curen o nos controlen no nos ayuda. Aunque no lo parezca, podemos tener una participación activa en cualquier tratamiento médico o procedimiento quirúrgico. Por ejemplo son de mucha ayuda una preparación mental previa, tranquilidad y una actitud positiva. Hay actitudes que hacen una gran diferencia como tener esperanza y confianza, alimentarnos bien y dormir lo mejor que podamos. Mantener tranquila nuestra mente favorece a nuestra presión arterial y al buen funcionamiento de todos los sistemas de nuestro cuerpo. Si me toca estar en el rol de enferma puedo hacer mucho, aunque parezca que no hago nada. Puedo esforzarme por dominar mis miedos y nerviosismo, llenarme de pensamientos que me relajen y me inyecten ganas de vivir.
Esta actitud nos ayudará a conseguir una más rápida recuperación y con menores complicaciones.

Mantener una actitud positiva y tomar decisiones

Muchas personas sanan al considerar que aún tienen mucho por qué vivir, y otras viven mucho más de lo que los pronósticos médicos afirmaban, cuando sienten que les quedan metas por alcanzar. Temer a la muerte es normal, temer a la enfermedad y al dolor también lo es, pero si dejamos que este temor nos invada, se puede precipitar la aparición, el desarrollo y la complicación de la enfermedad. La enfermedad, típicamente, no nos va a llevar a la muerte de inmediato. Pero si se lleva rápidamente algo que para nosotros es muy valioso, pero que penosamente, a veces lo valoramos hasta que lo vemos perdido: nuestra salud. El proceso de aceptación implica darle la bienvenida a la vida a mi ser humano enfermo, pero que aunque este enfermo tiene muchas cosas que seguir haciendo, tiene que seguir conociendo, aprendiendo, logrando, gozando.

A veces las enfermedades lastiman por dentro nuestro cuerpo, aunque por fuera nos seguimos viendo más o menos sanos. Esto a veces implica hacer un duelo por algo que no se nota tanto. Por ejemplo: Un diabético no se ve enfermo por fuera, pero por dentro todo su cuerpo está siendo alterado por la enfermedad. Aceptar al enfermo, no significa rendirnos ante la enfermedad, implica asumir una actitud responsable ante uno mismo como una persona enferma y decidir activamente qué queremos para nosotros mismos en la situación en la que estamos.

Una aceptación positiva de la enfermedad implica aprender de los errores que cometimos, tener fe y esperanza, ser optimista, disfrutar de lo que hacemos y de lo que tenemos. Tener objetivos y aspiraciones es nuestro reto en la vida que nos queda y no podemos permitir que ninguna enfermedad nos robe eso: Ya nos robó la salud, ¡no dejemos que se lleve más! Por último hay que recordar que “si podemos curar, curemos; si no lo podemos hacer, aliviemos las dolencias y si no se puede, solicitemos consuelo y acompañamiento.”

Y cierro diciéndole a los familiares de enfermos que acompañar significa estrechar la mano para sentir el dolor ajeno y compartir los buenos y los malos ratos. Ofrecer la totalidad de nuestro tiempo a alguien que tiene el tiempo limitado, implica trascender lo humano para acercarse a lo divino.
Ana Laura Rosas Bucio
Directora Académica 

CECAPIP S.C.

28 DE JULIO 2014.


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